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LA GRAN FARSA​

de Santi Fondevila / Dir. Ramon Simó

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Ficha artística

Autoría: Santi Fondevila

Dirección: Ramon Simó

Intérpretes: Jordi Martínez, David Bagés, Xavi Ripoll  y Santi Ricart

Escenografía: Ramon Simó

Vestuario: Mariel Soria

Composición Musical: Joan Alavedra

Luces: Quico Gutiérrez

Dirección de producción: Júlia Simó Puyo

Una producción de Cassandra Proyectos Artísticos, Santi Fondevila y Temporada Alta

Sinopsis

En un centro penitenciario de un estado imaginario, ni muy cerca ni muy lejos de nuestras tierras, los presos, quizás como actividad programada en su plan de reeducación, preparan una representación teatral. Esta representación, inevitablemente, hablará de ellos y de su país: una monarquía más o menos corrupta, de apariencia liberal que, además de en los poderes económicos, militares y religiosos, como toda la vida, sabrá encontrar en el poder judicial la última justificación de sus decisiones interesadas y arbitrarias.

Por el escenario desfilarán los personajes más influyentes de la corte: empresarios, políticos, responsables de los grandes medios de comunicación y, cómo no, jueces. Todos ellos involucrados en la defensa absurda del poder real, justificación simbólica y también práctica de su propio poder y sus privilegios, que se fundamentan en una serie de principios inmutables: la unidad del estado, la veneración de la fuerza, la incuestionabilidad de la herencia, el necesario nepotismo de los buenos... La representación ubuesca de sus argumentos quizás nos haga reír, pero la hipérbole no será suficiente para esconder su efectividad real ni su crueldad.

A lo largo de tres actos breves, farsescos y trágicos, asitiremos a la reconstrucción de la respuesta institucional a una pretendida revuelta popular que sólo pretendía, al menos en sus orígenes, la conquista de los derechos fundamentales de los ciudadanos, derechos imposibles de conseguir cuando la ley sólo se aplica desde el punto de vista de la carencia de derechos de los posibles enemigos. Al final, arrastrados por su propia representación, los presos no podrán más que hacer una vindicación, más o menos seria, de la necesidad, quizás imposible, de una justicia ecuánime, desinteresada y limpia. Una vindicación que, seguro, sólo servirá para que les alarguen la condena.

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